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Se acerca la sed geológica de la rosa
y el material sonoro de la luna va en impedimento
hay un dios que se descubre desnudo
y ata con sus lienzos
a un niño apenas dormido, de abrazo suficiente.
Yo me descubro llorando
y me alejo como un barco. Ya sé
ya viene el poema
entre la noche y la tempestad de carroña.
A ti te entrego mi pecho y mi mano
y dejo la tierra libre y sin sueño
para que entierres plantas en la mitad de mi cerebro.
No tienes nada, solo un perro atravesado
en la muela
y un as de gris que me hace escribir y poetizar
¿En qué hora del mundo puedo revisar y revistar
tu envés, o quizá quitar tu reloj a tu vejez
y que ya sigas el camino de vuelta a la niñez?