Dulce María Loynaz
Señor, las criaturas que enviaste ya están aquí,
aleteando junto a mi cabeza.
 
Yo las sujeto por un hilo de sangre y temo que
se rompa el hilo...  A pesar de que todavía no las
veo, inmersas como están en la tiniebla, yo creo que
son muchas, y creo también que algunas son hermosas y dignas de vivir.
 
Pero mira, Señor, que no puedo alimentarlas todas
con esta poca sangre mía; ni quiero ya que se me
mueran, como no quiere la madre perder el hijo
concebido, aunque no lo deseara antes y le sea fruto de fatiga después.
 
Dame, Señor, una de tus estrellas de nodriza para
estos hijos de menguada madre...
 
Dame para ellos el vestido de los lirios, ya que no sé tejer...

de "Poemas sin nombre", libro dedicado a su madre.

Palomita que vas volando
y en el pico llevas hilo,
dámelo para coserme
este corazón herido.

"He aquí el primer canto que aprendí en la vida;
el que aprendí naturalmente, como la rosa en el rosal,
en los labios de mi madre.
He aquí también los últimos cantos; los que aprendí después,
ya no sé dónde.
A ella los vuelvo todos, signados por su bautismal sonrisa,
pastoreados por su paloma inicial e iniciadora.
A ella los vuelvo, y le digo que desde entonces esa paloma
sigue volando por mi cielo,
y que no hubo desgarrón, en todo este tirar de vida al viento,
que no haya sido capaz de zurcir el leve, luminoso
-nunca cansado de desovillarse-
hilo de ternura. "

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