II
Mi infancia era un cuartel, una campana
y el babi de los padres salesianos
y el rosario ocho lunes por semana
y los sábados otra de romanos.
Marcado por sotanas y coturnos,
con sangre, para que la letra entrara,
párvulo fui, de ardores taciturnos,
con tutores de mármol de Carrara.
Y el picón del brasero por las tardes,
y el acné y el catón y las primeras
hogueras a la vera de la nieve.
Y los adultos fieros y cobardes
y los tricornios por las carreteras
y escapar al cumplir los diecinueve.