Eduardo Lizalde
Grande y dorado, amigos, es el odio.
Todo lo grande y lo dorado
viene del odio.
El tiempo es odio.
 
Dicen que Dios se odiaba en acto,
que se odiaba con fuerza
de los infinitos leones azules
del cosmos;
que se odiaba
para existir.
 
Nacen del odio, mundos,
óleos perfectísimos, revoluciones,
tabacos excelentes.
 
Cuando alguien sueña que nos odia, apenas,
dentro del sueño de alguien que nos ama,
ya vivimos el odio perfecto.
 
Nadie vacila, como en el amor,
a la hora del odio.
 
El odio es la sola prueba indudable
de la existencia.
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