José Angel Buesa

                 I

 
Hora de soledad y de melancolía,
en que casi es de noche y casi no es de día.
 
Hora para que vuelva todo lo que se fue,
hora para estar triste, sin preguntar por qué.
 
Todo empieza a morir cuando nace el olvido.
Y es tan dulce buscar lo que no se ha perdido.
 
Y es tan agria esta angustia terriblemente cierta
de un gran amor dormido que de pronto despierta.
 

                 II

 
Viendo pasar las nubes se comprende mejor
que así como ellas cambian, va cambiando el amor,
 
y aunque decimos: «Todo se olvida, todo pasa...»,
en las cenizas, a veces nos sorprende una brasa.
 
Porque es triste creer que se secó una fuente,
y que otro beba el agua que brota nuevamente;
 
o una estrella apagada que vuelve a ser estrella,
y ver que hay otros ojos que están fijos en ella.
 
Decimos: «Todo pasa, porque todo se olvida»,
y el recuerdo entristece lo mejor de la vida.
 

                 III

 
Apenas ha durado para amarte y perderte
este amor que debía durar hasta la muerte.
 
Fugaz como el contorno de una nube remota,
tu amor nace en la espiga muriendo en la gaviota.
 
Tu amor, cuando era mío, no me pertenecía.
Hoy, aunque vas con otro, quizás eres más mía.
 
Tu amor es como el viento que cruza de repente:
Ni se ve, ni se toca, pero existe y se siente.
 
Tu amor es como un árbol que renunció a su altura,
pero cuyas raíces abarcan la llanura.
 
Tu amor es como un viaje por el sueño de un loco,
porque nunca comienza ni termina tampoco.
 
Tu amor me negó siempre lo poco que pedí,
y hoy me da esta alegría de estar triste por ti.
 
Y, aunque creí olvidarte, pienso en ti todavía,
cuando, aún sin ser de noche, dejó de ser de día.
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