I
Hermosísima Cacica
de los montes tropicales,
la de la negra melena,
la de los ojos muy grandes;
tres lunas ha que te busco
par la orilla de los mares,
por la cima de los montes,
por el fonda de los valles.
Al no verte en el areito
ni en la choza de tus padres,
ni en el baño que cobijan
pomarrosas y arrayanes,
murió la risa en mis labios,
y de verter llanto a mares,
pierden su brillo los ojos
que reflejaron tu imagen.
Mis guerreros ya no tocan
caracoles y timbales,
y temerosos me siguen
sin atreverse a mirarme;
que a todo el mundo pregunto,
y no me responde nadie,
¿do está la hermosa Cacica
de los montes tropicales,
la de la negra melena,
la de los ojos muy grandes?
II
Le he prometido a quien diga
el lugar do puedo hallarte,
la mitad de la cosecha,
la mitad de mis palmares,
mi castillo de Cacique,
el que heredé de mis padres,
hecho con oro del Yunque
sin liga de otros metales;
mis más hermosos aretes,
mis más hermosos collares
y con mi carcaj de concha
embutido de corales,
mis flechas más aguzadas
y mi arco de más alcance.
Los ancianos de la tribu
quieren el mando quitarme
porque dicen que el Cemí,
de rigor haciendo alarde,
me ha convertido en un niño
que nada entiende ni sabe,
que el jugo de la tebaiba
ha emponzoñado mi sangre.
¿Qué me importan las riquezas?
Los honores, ¿qué me valen
si no he de verte a mi lado,
si conmigo no las parte
la hermosísima Cacica
de los montes tropicales,
la de la negra melena,
la de los ojos muy grandes?
III
¡Oh!, ¡quién sabe si el Caribe,
como las marinas aves,
con alas de la tormenta
cruzó de noche los mares,
y en las playas de Borinquen
movió sus huestes falaces
como serpientes astutas,
como zamuros cobardes,
si hora gimes en prisiones
muy lejos de tus hogares,
y si mi nombre pronuncias
en medio de tristes ayes!
Si así fuera... por las playas,
por los montes y los valles
sonaran en son de guerra
caracoles y timbales;
y si piraguas no hubiesen
o los vientos me faltasen,
al frente de mis gandules
cruzara a nado los mares,
cayendo sobre esa tribu
y bañándome en su sangre,
como cae el guaraguao
sobre paloma cobarde.
Pues diera fuerza a mi brazo
y fortuna en el combate
el nombre de la Cacica
de los montes tropicales,
la de la negra melena
la de los ojos muy grandes.
IV
Mas, ¡ay!, si mi amor olvidas
como el yagrumo variable;
si has dejado que otros ojos
con sus miradas te abrasen,
que otras manos te acaricien
y que otros labios te llamen.
Si oculta en la verde gruta
al declinar de la tarde,
borras mis ardientes besos
con los besos de otro amante...,
pues sabes que en ti no puedo
de tus traiciones vengarme;
permita el cielo, Cacica,
que en el próximo combate
caiga sin honra ni gloria
y que el pecho me traspase
una flecha de Caribe
mojada con el curare;
que al fin por tu amor muriendo
tal vez llegues a llorarme,
hermosísima Cacica
de los montes tropicales,
la de la negra melena,
la de los ojos muy grandes.