Un noble marino anciano,
del viento y del sol curtido
abandonó, ya rendido
los embates de la mar;
Y no de las ondas lejos,
en la cercana ribera,
alzó la quinta, y la era,
y el jardín, y el palomar.
En su báculo apoyado
llegó luego a la vecina
aldea, la noble ruina
que retaba al aquilón;
Y allí pidió balbuciente
a un pobre y rudo aldeano,
de una doncella la mano,
de una niña el corazón.
Ya olvida entre dulces lazos
sus pasados sinsabores
y de sus tardos amores
brotan los frutos al fin;
Ya hay manecillas y gritos
que asustan a las palomas;
quien rompa flores y pomas
corriendo por el jardín.
Pero es muy tarde, y emprende
su viaje para el cielo
el que cruzó con anhelo
las llanuras de la mar.
.....
¿Dejaré, como el marino,
el bien, apenas logrado?...
¿Habré tarde levantado
quinta, huerto y palomar?