Cercado de terror, lleno de espanto,
en la barca del triste pensamiento,
los remos en las manos del tormento,
por las ondas del mar del propio llanto,
navegaba Vandalio; y si algún tanto
la esperanza le da propicio el viento,
la imposibilidad en un momento
le cubre el corazón de obscuro manto.
«Vandalio, ¿qué harás hora? —decía—.
Fortuna te ha privado de la estrella
que era en el golfo de la mar tu guía».
Y andándola a buscar, ciego sin ella,
cuando por más perdido se tenía,
la vio ante los nublados ir más bella.