Miguel Hernández
Líster, la vida, la cantera, el frío:
tú, la vida, tus fuerzas como llamas,
Teruel como un cadáver sobre un río.
 
La efusión de las piedras y las ramas,
la vida derramando un vino rudo
cerca de aquel cadáver con escamas.
 
Aquel cadáver defendió su escudo,
su muladar, su herrumbre, su leyenda:
pero la vida prevalece y pudo.
 
Por mucho que un cadáver se defienda,
la muerte está sitiada, acorralada,
cercada por la vida más tremenda.
 
Ni con la condición de la nevada
el círculo de hogueras se deshace,
se rompe el cerco de la llamarada.
 
No hay quien lo enfríe, quien lo despedace.
Retrocede la helada en las orejas
de este fuego vital que sopla y hace.
 
Contra la muerte, contra sus ovejas,
quemando de bravura el armamento,
disparas las pasiones y las cejas.
 
Líster, la vida, piedra del portento,
necesita una forma victoriosa,
y habrás de trabajarla con tu aliento.
 
Cantero de la piedra en cada cosa,
exiges la materia de tu hispano
granito, que es la piedra más hermosa.
 
En el granito se probó tu mano,
como en la harina, el yeso y la madera
se prueba tanto puño de artesano.
 
Eso es hacer la mano duradera,
y eso es vivir a prueba de peñones,
y eso es ahondar la sangre y la cantera.
 
Sobre el cadáver de Teruel te impones,
y el alma en los disparos se te escapa
frente a la nieve y a sus municiones.
 
Impulsos con el aire de tu capa
das a tu potro, puesto en cada instante
a recobrar las pérdidas del mapa.
 
Yo me encontré con este comandante,
bajo la luz de los dinamiteros,
en el camino de Teruel, delante.
 
Han cogido a la muerte los canteros
la primera ciudad, y en esta historia
se han derramado varios compañeros.
 
En su sangre se envuelva la victoria.
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