Pedro Salinas
Te busqué por la duda:
no te encontraba nunca.
 
Me fui a tu encuentro
por el dolor.
Tú no venías por allí.
 
Me metí en lo más hondo
por ver si, al fin, estabas.
Por la angustia,
desgarradora, hiriéndome.
Tú no surgías nunca de la herida.
Y nadie me hizo señas
—un jardín o tus labios,
con árboles, con besos—;
nadie me dijo
—por eso te perdí—
que tú ibas por las últimas
terrazas de la risa,
del gozo, de lo cierto.
Que a ti se te encontraba
en las cimas del beso
sin duda y sin mañana.
En el vértice puro
de la alegría alta,
multiplicando júbilos
por júbilos, por risas,
por placeres.
Apuntando en el aire
las cifras fabulosas,
sin peso, de tu dicha.
Preferido o celebrado por...
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