LXXXVI
Evocaré el boliche clandestino
que desató mi lengua y tus botones,
¿qué panal libaré cuando el destino
me requise la miel de tus pezones?
Eccema de mis pilas agotadas,
badila de mis quieros y no puedos,
zalema de pupilas deslumbradas,
teorema de las yemas de mis dedos.
Cada noche te asalto en las escalera,
vivo dilapidando amaneceres
con tu tanga de encaje por montera.
Laica patrona de la despedida,
yo te nombro, entre todas las mujeres,
la flor de la candela de mi vida.