La madre es tan amistosa como las hijas,
se prostituye con facilidad, tiene veinte
años en cada seno y sin embargo sus pezones
se levantan ágiles como caballos de carrera.
Tiene las nalgas hundidas y su máxima
aspiración es negar la existencia
de toda humedad, de lo entreabierto que hay.
Quitar esos mundos de la tierra, para que
sus hijas sean planas muñecas.
En la noche, fantasmas de piel
se toman la casa y cuanto estaba borrado
comienza a existir.
Extraviada, la madre se abalanza
sobre sus hijas y las viola sucesivamente.
Desde pequeñas no han conocido otro
tratamiento, y hoy alcanzada la pubertad,
tienen el aire de dominar el mundo
con una simulada timidez.