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El enigma de la fealdad tú no lo has descifrado. Tú no sabes por qué el Señor dueño de los lirios del campo, consiente por los campos la culebra y el sapo en el pozo. Él los consiente. ...
Ya tumbó el viento extranjero los costados de mi casa. Llegó como la marca manchado y fétido de algas y ya encontró y aventó
Libros, callados libros de las est… vivos en su silencio, ardientes en… libros, los que consuelan, terciop… y que siendo tan tristes nos hacen… Mis manos en el día de afanes se r…
La riqueza del centro de la rosa es la riqueza de tu corazón. Desátala como ella: su ceñidura es toda tu aflicción. Desátala en un canto
A la Patagonia llaman sus hijos la Madre Blanca. Dicen que Dios no la quiso por lo yerta y lo lejana, y la noche que es su aurora
Mientras tiene luz el mundo y despierto está mi niño, por encima de su cara, todo es un hacerse guiños. Guiños le hace la alameda
Se acabaron los días divinos de la danza delante del mar, y pasaron las siestas del viento con aroma de polen y sal, y las otras en trigos dormidas
Otra vez la ruta calva sin álamos ni pomares, el viento ácido golpeando a mi nuca corno un dios loco y en flecha rota vencido
Mi padre dijo que me echaría, gritó a mi madre que me arrojaría esta misma noche. La noche es tibia; a la claridad de las estrellas, yo podría caminar hasta la aldea más próxima; pero ¿...
Yo me olvidé que se hizo ceniza tu pie ligero, y, como en los buenos tiempos, salí a encontrarte al sendero. Pasé valle, llano y río
No cantes; siempre queda a tu lengua apegado un canto: el que debió ser entrega… No beses: siempre queda, por maldición extraña,
La bruma espesa, eterna, para que… me ha arrojado la mar en su ola de… La tierra a la que vine no tiene p… tiene su noche larga que cual madr… El viento hace a mi casa su ronda…
Te olvidaste del rostro que hicist… en un valle a una oscura mujer; olvidaste entre todas tus formas mi alzadura de lento ciprés; cabras vivas, vicuñas doradas
Me has dicho que me amas, y estoy llorando. Me has dicho que pasarás conmigo entre tus brazos por los valles del mundo. Me has apuñaleado con la dicha no esperada. Pudiste dármela gota ...
Mi madre era pequeñita como la menta o la hierba; apenas echaba sombra sobre las cosas, apenas, y la Tierra la quería