Gabriela Mistral

I-El barco misericordioso

 
  Llévame, mar, sobre ti, dulcemente,
     porque voy dolorida.
¡Ay! barco, no te tiemblen los costados,
     que llevas a una herida.
 
  Buscando voy en tu oleaje vivo
     dulzura de rodillas.
Mírame, mar, y sabe lo que llevas,
     mirando a mis mejillas.
 
  Entre la carga de los rojos frutos,
     entre tus jarcias vividas
y los viajeros llenos de esperanza,
     llevas mi carne lívida.
 
  Más allá volarás con sólo frutos,
     y velas desceñidas.
Pero entre tanto, mar, sobre este puente
     mecerás a la herida.
 

II-Canción de los que buscan olvidar

 
 Al costado de la barca
mi corazón he apegado,
al costado de la barca
de espumas ribeteado.
 
  Lávalo, mar, con sal eterna;
lávalo, mar, lávalo mar.
que la Tierra es para la lucha
y tú eres para consolar.
 
  En la proa poderosa
mi corazón he clavado.
Mírate barca que llevas
el vértice ensangrentado.
 
  Lávalo, mar, con sal tremenda,
lávalo, mar, lávalo mar
O me lo rompes en la proa
que no lo quiero más llevar.
 
  Sobre la nave toda puse
mi vida como derramada!
Múdala, mar, en los cien días
que ella será tu desposada.
 
  Múdala, mar, con tus cien vientos.
Lávala, mar; lávala, mar,
que otros te piden oro y perlas,
y yo te pido el olvidar!
 

III-Canción del hombre de proa

 
El hombre sentado a la proa,
el hombre con faz de ansiedad...
¡que ardiente navega hacia el Norte;
sus ojos se agrandan de afán!
 
  Los rostros que yo amo, los míos,
quedaron atrás,
y mi alma los teje, los borda
encima del mar.
 
  El hombre que piensa en la Proa
padece de ansiar.
¡Qué lento que avanza su barco
y vuela fugaz!
 
  Y mi alma quisiera la marcha
tremenda quebrar,
¡que todos los rostros que amo
se quedan atrás!
 
  Al hombre que sufre en la proa,
el viento del mar
le anticipa los besos que espera,
y arde de ansiedad.
 
  Pero el viento del Norte
¡qué beso pondría en mi faz,
si los rostros que amo
quedaron atrás!
 
  El viajero de proa me dice:
¿Qué vas a buscar,
si en la tierra no espera la dicha?
¡No sé contestar!
 
  Me llamaba en mis costas inmensas
la lengua del mar,
y en mitad de la mar voy llorando,
caída la faz!
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