Soy cual el surtidor abandonado
que muerto sigue oyendo su rumor.
En sus labios de piedra se ha quedado
tal como en mis entrañas el fragor.
Y creo que el destino no ha venido
su tremenda palabra a desgajar;
que nada está segado ni perdido,
que si extiendo mis brazos te he de hallar.
Soy como el surtidor enmudecido.
Ya otro en el parque erige su canción;
pero como de sed ha enloquecido,
¡sueña que el canto está en su corazón!
Sueña que erige hacia el azul gorjeantes
rizos de espuma. ¡Y se apagó su voz!
Sueña que el agua colma de diamantes
vivos su pecho. ¡Y lo ha vaciado Dios!