LXIV
Benditas sean las bajas pasiones
que no se rajan cuando pintan sables,
los labios que aprovechan los rincones
más olvidados, más inolvidables.
Bendito sea el libro de la calle,
los viejecitos verdes con petaca,
las medias con costura, qué detalle,
los quitapenas que dejan resaca,
las marujitas que pierden al bingo,
los descendientes de los animales,
los miércoles con ropa de domingo,
los adustos, los dandys insolventes,
los justos que parecen subnormales,
los iguales a mí, los diferentes.