José Martí
. . . . . . . . . . . . Cuando, oh Poesía,
Cuando en tu seno reposar me es dado!
Ancha es y hermosa y fúlgida la vida.
Que éste o aquél o yo vivamos tristes,
Culpa de éste o aquél será, o mi culpa!
Nace el corcel, del ala más lejano
Que el hombre, en quien el ala encumbradora
Ya en los ingentes brazos se diseña.
Sin más brida que el viento el corcel nace
Espoleador y flameador; al hombre
La vida echa sus riendas en la cuna!
Si las tuerce o revuelve y si tropieza
Y da en atolladero, a sí se culpe
Y del incendio o del zarzal redima
La destrozada brida: sin que al noble
Sol y . . . . . . . . . . . . vida desafíe.
 
De nuestro bien o mal autores somos,
Y cada cual autor de sí; la queja
A la torpeza y la deshonra añade
De nuestro error. Cantemos, sí, cantemos
Aunque las hidras nuestro pecho roan,
La hermosura y grandeza de la vida!
El Universo colosal y hermoso.
 
Un obrero tiznado; una enfermiza
Mujer, de faz enjuta y dedos gruesos;
Otra que al dar al sol los entumidos
Miembros en el taller, como una egipcia
Voluptuosa y feliz, la saya burda
En las manos recoge y canta, y danza;
Un niño que sin miedo a la ventisca,
Como el soldado con el arma al hombro,
Va con sus libros a la escuela; el denso
Rebaño de hombres que en silencio triste
Sale a la aurora y con la noche vuelve,
Del pan del día en la difícil busca,
Cual la luz a Memnon, mueven mi lira.
Los niños, versos vivos, los heroicos
Y pálidos ancianos, los oscuros
Hornos donde en bridón o tritón truecan
Los hombres victoriosos las montañas,
Astiánax son y Andrómaca mejores,
Mejores, sí, que las del viejo Homero.
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Naturaleza, siempre viva: el mundo
De minotauro yendo a mariposa,
Que de rondar el Sol enferma y muere;
La sed de luz, que como el mar salado
La de los labios, con el agua amarga
De la vida se irrita; la columna
Compacta de asaltantes que sin miedo
Al Dios de ayer sobre los flacos hombros
La mano libre y desferrada ponen,
Y los ligeros pies en el vacío,
Poesía son y estrofa alada, y grito
Que ni en tercetos ni en octava estrecha
Ni en remilgados serventicios caben.
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Vaciad un monte; en tajo de sol vivo
Tallad un plectro; o de la mar brillante
El seno rojo y nacarado, el molde
De la triunfante estrofa nueva sea!
_
 
Como nobles de Nápoles, fantasmas
Si carnes ya y sin sangre, que en polvosos
Palacios muertos con añejas chupas
De comido blasón, a paso sordo
Andan, y al mundo que camina enseñan
Como un grito sin voz, la seca encía,
Así, sobre los árboles cansados,
Y los ciriales rotos, y los huecos
De oxidadas diademas, duendecillos
Con chupa vieja y metro viejo asoman!
No en tronco seco y muerto hacen sus nidos,
Alegres recaderos de mañana,
Las lindas aves cuerdas y gentiles!
Ramaje quieren suelto y denso, y tronco
Alto y robusto, en fibra rico y savia.
Mas con el Sol se alza el deber; se pone
Mucho después que el Sol; de la hornería
Y su batalla y su fragor cansada
La mente plena en el rendido cuerpo,
Atormentada duerme, como el verso
Vivo en los aires, por la lira rota
Sin dar sonidos desalado pasa!
Perdona, pues, oh estrofa nueva, el tosco
Alarde de mi amor. Cuando, oh poesía,
Cuando en tu seno reposar me es dado.
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