A la azul llama del pino
que acompaña mi destierro,
busco esta noche tu rostro,
palpo mi alma y no lo encuentro.
¿Cómo eras cuando sonreías?
¿Cómo eras cuando me amabas?
¿Cómo miraban tus ojos
cuando aún tenían alma?
¡Si Dios quisiera volvérteme
por un instante tan sólo!
¡Si de mirarme tan pobre
me devolviera tu rostro!
...................................
Para que tenga mi madre
sobre su mesa un pan rubio,
vendí mis días lo mismo
que el labriego que abre el surco.
Pero en las noches, cansada,
al dormirme sonreía,
porque bajabas al sueño
hasta rozar mis mejillas.
¡Si Dios quisiera entregárteme
¡por un instante tan sólo!
¡Si de mirarme tan pobre
me devolviera tu rostro!
...................................
En mi tierra, los caminos
mi corazón ayudaran:
tal vez te pintan las tardes
o te guarda un cristal de aguas.
Pero nada te conoce
aquí, en esta tierra extraña:
no te han cubierto las nieves
ni te han visto las mañanas.
Quiero, al resplandor del pino,
tener y besar tu cara,
y hallarla limpia de tierra,
y con amor, y con lágrimas.
Araño en la ruin memoria;
me desgarro y no te encuentro,
¡y nunca fui más mendiga
que ahora sin tu recuerdo!
No tengo un palmo de tierra,
no tengo un árbol florido...
Pero tener tu semblante
era cual tenerte un hijo.
Era como una fragancia
exhalando de mis huesos.
¡Qué noche, mientras dormía,
qué noche, me la bebieron!
¿Qué día me la robaron,
mientras por sembrar mi trigo,
la dejé como brazada
de salvias junto al camino?
¡Si Dios quisiera volvérteme
por un instante tan sólo!
¡Si de mirarme tan pobre
me devolviera tu rostro!
...................................
Tal vez lo que yo he perdido
no es tu imagen, es mi alma,
mi alma en la que yo cavé
tu rostro como una llaga.
Cuando la vida me hiera,
¿a dónde buscar tu cara,
si ahora ya tienes polvo
hasta dentro de mi alma?