¡Qué penumbra de dalia desterrada!
¡Qué eclipse de guitarra y romancero!
¡Qué apagarse de trenzas y toreros
yerra doliente por tu madrugada!
Salgo al aire con pala y con azada
buscando por el cielo derrotero
que me lleve a cavar entre luceros
la tumba pura para ti soñada.
Acuesta allí sobre plumón ocioso
tu desmayo final bajo la suave
ala de un ángel trágico y hermoso.
De tu dulce dormir dame la clave.
Levántate una noche y silencioso
muéstrame un signo y tírame la llave.