No estoy en la cresta del mundo,
El instante
no es columna de estilita,
no sube
desde mis plantas el tiempo,
no estalla
en mi cráneo en una silenciosa explosión negra,
iluminación idéntica a la ceguera.
Estoy en un sexto piso,
estoy
en una jaula colgada del tiempo.
Sexto piso:
marea y martilleo,
pelea de metales,
despeñavidrierío,
motores con rabia ya humana.
La noche
es un rumor que se desgaja,
un cuerpo
que al abrazarse se desgarra.
Ciega,
religa a tientas sus pedazos,
junta
sus nombres rotos, los esparce.
Con las yemas cortadas
se palpa en sueños la ciudad.
No estoy en el crucero:
elegir
es equivocarse.
Estoy
en la mitad de esta frase.
¿Hacia dónde me lleva?
Retumba de tumbo en tumbo,
hechos y fechas,
mi nacicaída:
calendario que se desmiembra
por las concavidades de mi memoria.
Soy el costal de mis sombras.
Declive
hacia los senos flaccidos de mi madre.
Colinas arrugadas,
lavadas lavas,
llano de llanto,
yantar de salitre.
Dos obreros abren el hoyo.
Desmoronada
boca de ladrillo y cemento.
Aparece
la caja desencajada:
entre tablones hendidos
el sombrero gris perla,
el par de zapatos,
el traje negro de abogado.
Huesos, trapos, botones:
montón de polvo súbito
a los pies de la luz.
Fría, no usada luz,
casi dormida,
luz de la madrugada
recién bajada del monte,
pastora de los muertos.
Lo que fue mi padre
cabe en ese saco de lona
que un obrero me tiende
mientras mi madre se persigna.
Antes de terminarse
la visión se disipa:
estoy en la mitad,
colgado en una jaula,
colgado en una imagen.
El origen se aleja,
el fin se desvanece.
No hay fin ni principio:
estoy en la pausa,
no acabo ni comienzo,
lo que digo
no tiene pies ni cabeza.
Doy vueltas en mí mismo
y siempre encuentro
los mismos nombres,
los mismos rostros
y a mí mismo no me encuentro.
Mi historia no es mía:
sílaba de esa frase rota
que en su delirio circular
repite la ciudad, repite.
Ciudad, mi ciudad,
estela afrentada,
piedra deshonrada,
nombre escupido.
Tu historia es la Historia:
destino
enmascarado de libertad,
estrella
errante y sin órbita,
juego
que todos jugamos sin saber las reglas,
juego que nadie gana,
juego sin reglas,
desvarío de un dios especulativo,
un hombre
vuelto dios tartamudo.
Nuestros oráculos
son los discursos del afásico,
nuestros profetas
son videntes con anteojos.
Historia:
ir y venir sin fin, sin comienzo.
Nadie ha ido allá,
nadie
ha bebido en la fuente,
nadie
ha abierto los párpados de piedra del tiempo,
nadie
ha oído la primera palabra,
nadie oirá la última,
la boca que la dice habla a solas,
nadie
ha bajado al hoyo de los universos,
nadie
ha vuelto del muladar de soles.
Historia:
basurero y arco iris.
Escala
hacia las altas terrazas:
siete notas
desvanecidas en la claridad.
Palabras sin sombra.
No las oímos, las negamos,
dijimos que no existían:
nos quedamos con el ruido.
Sexto piso:
estoy en la mitad de esta frase:
¿hacia
dónde me lleva?
Lenguaje despedazado.
Poeta: jardinero de epitafios.