Quién eres tú repentina
doncella que te desplomas
como la araña que pende
del pétalo de una rosa.
Tu cuerpo relampaguea
entre las maduras pomas
que el aire caliente arranca
del árbol de la centolla...
Caes con el sol,
esclava dorada de la amapola
y lloras entre los brazos
del hombre que te deshoja.
¿Eres mujer o eres dios
muchacha que te incorporas
como una nueva Afrodita,
del fondo de una corola?.
Herida en lo más profundo
del cáliz, te desenrollas,
gimes de placer, te estiras,
te rompes como una copa.
Mujer parecida al mar,
—violada entre ola y ola—
eres más ardiente aún
que un cielo de nubes rojas.
La mesa está puesta, muerde
la uva que te trastorna
y besa con ira el duro
cristal que te vuelve loca.