Antes de entrar en materia,
Antes, pero mucho antes de entrar en espíritu,
Piensa un poco en ti mismo, Tomás
Lagos y considera lo que está por venir,
También lo que está por huir para siempre
De ti, de mí,
De las personas que nos escuchan.
Me refiero a una sombra,
A ese trozo de ser que tú arrastras
Como a una bestia a quien hay que dar de comer y de beber
Y me refiero a un objeto,
A esos muebles de estilo que tú coleccionas con horror
A esas coronas mortuorias y a esas espantosas sillas de montar,
(Me refiero a una luz).
Te vi por primera vez en Chillán
En una sala llena de sillas y mesas
A unos pasos de la tumba de tu padre.
Tú comías un pollo frío,
A grandes sorbos hacías sonar una botella de vino.
Dime de dónde habías llegado.
El nocturno siguió viaje al sur,
Tú hacías un viaje de placer
O ¿te presentabas acaso vestido de incógnito?
En aquella época ya eras un hombre de edad,
Luego vinieron unas quintas de recreo
Que más parecían mataderos de seres humanos:
Había que andar casi toda la noche en tranvía
Para llegar a ese lugar maldito,
A esa letrina cubierta de flores.
Vinieron también esas conferencias desorganizadas,
Ese polvo mortal de la Feria del Libro,
Vinieron, Tomás, esas elecciones angustiosas,
Esas ilusiones y esas alucinaciones.
¡Qué triste ha sido todo esto!
¡Qué triste! pero ¡qué alegre a la vez!
¡Qué edificante espectáculo hemos dado nosotros
Con nuestras llagas, con nuestros dolores!
A todo lo cual vino a sumarse un afán,
Un temor,
Vinieron a sumarse miles de pequeños dolores,
¡Vino a sumarse, en fin, un dolor más profundo y más agudo!
Piensa, pues, un momento en estas cosas,
En lo poco y nada que va quedando de nosotros,
Si te parece, piensa en el más allá,
Porque es justo pensar
Y porque es útil creer que pensamos.