Y fue en el crepúsculo cuando bailé con aquel, tu último gozo de vida.
Tu aliento se desdibujaba en la brisa en cada esfuerzo por aferrarte...
Y escuché unos gritos, sollozos sordos y temblores imperceptibles mientras contemplaba casi extasiada cómo querías aferrarte a una tortura cotidiana.
Hasta que al fin la golondrina desplegó sus alas y voló al vacío,
sólo hasta ese momento comprendí que tu mano tibia ya no apretaba la mía. Pues ésta se había vuelto rígida y algo distante. Reaccioné en una explosión de gritos inevitables, cuales se convirtieron en los sollozos dentro de este vacío en el que me agarro de la sonrisa que ya olvidé. De  este vacío donde hay salida, pero sólo la ignoro por miedo a olvidar tu estruendosa carcajada...