Regresé a la casa y ya no la sentía mía.
Vi cómo habías acomodado el cuarto; no había rastro de que yo ahí dormía.
El clóset se veía lleno, y hasta me sorprendí de cómo mi ropa antes cabía.
La idea de que volvieran a estar ahí ya no me emocionaba;
pensar en hacer espacio para que todo cupiera, solo me abrumaba.
La idea de agarrarte la mano la sentía tan distante,
pues ya no la anhelaba como antes.
Pasamos la noche juntos, y volví a sentir lo cálido de tu abrazo;
me di cuenta de que todas las noches que dormí sola pensando que te necesitaba,
estando ahí, por primera vez, tu abrazo me acaloraba.
Tú estabas como si nada, como si nunca me hubiera ido,
pero mi lugar en esa casa ya había desaparecido.
Mis muebles seguían, pero ya no se sentían míos;
eran parte de ese lugar, un lugar desconocido.