Quien pudiera escribir sobre estos tejados
musicales y casi dormidos
por eso mismo quizás envueltos
en la lluvia y por eso mismo quizás cayendo
en el corazón ajustado de alguien
sin que nadie se esté dando cuenta.
Algunos tejados están cantando en su temblor,
están mojándose por una lluvia que nadie ha anunciado,
que nadie puede reconocer sino las gotas más pequeñas,
las gotas que ruedan
hacia el asfalto bordado de piedrecillas
y huecos grandes como espacios abiertos
ante las balas de un ejército de ocupación asesina.
Estos animosos tejados
grises en su esplendor urbano,
alborotados en la pupila de alguien que los contempla
con el azoro de antaño, cuando los negros curros campeaban
bajo la luz de estos tejados buscando los colores de su pasado
y el canto ciego de sus gargantas...