Miguel Oscar Menassa

La muerte del amo

A veces era múltiple y fragante
otras un hombre individual a solas.
 
Hubo días donde la duda se tragó mi palabra.
Hubo días donde, sin humildad, la certeza
hacía de mis palabras un muro de silencio.
 
Fe tuve fe y até cabos.
Fui un hermoso caballo
despeñándose
por el desfiladero
de las sombras.
 
A veces me compraban y yo me vendía.
 
Una gota de sangre hoy
por una gota de dinero a fin de mes.
 
Y así me desangraba
siempre antes de llegar.
Sin sangre en las venas
sin pasiones fuera de mí
sin fuerzas
para reclamar lo prometido:
mi salario.
 
Y sin embargo, me vendía
tenía amos por doquier y
sólo una pasión
que entre mis palabras
agonizaran sus poderes.
 
Y era hermoso ver
a mi pequeño amito desesperado
cuando nos descubría hablando.
Ella y yo, desnudos al viento.
Mi cuerpo clavado en su cuerpo
como locuras, aún, enamoradas.
 
Por fin la libertad
corcel enfurecido
en su galope
no dejaba en mi piel
restos de servidumbre.
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