Miguel de Unamuno

Teresa: Epistola

Me dice don Miguel, que rato es rapto
y se lo creo, ¿cómo no? ignorante
como soy en Linguística y nada apto
para tal ciencia y me inclino delante
de los que saben más y siempre acepto
«das lecciones de muy buen talante..
Y si soy conceptista es sin concepto
pues no lo es de mi pasión la brasa
Tiene en mí. don Miguel, un fiel adepto
de su lección de aquello que no pasa
y de aquello qup queda y que la cola
con la cabeza encuéntrase y se casa.
Y me dice, además, que el rato es ola
y que el agua del lago es la costumbre.
Se lo creo también. El agua es sola
bajo las olas; es la pesadumbre
de lo eterno que en horas se alijera
como bajo las chispas es la lumbre
Que lo eterno es la vuelta, la carrera,
es el ritmo y la estrofa, y es la rima,
la pasada y futura primavera,
las aguas que del mar ruedan encima;
es la canción eterna de la historia
y el paso fiel que la quietud anima,
y deja espuma aquí y allí escoria.
En Del Amor, dijo Stendhal que el verso
fué inventado en favor de la memoria...
No! es la memoria misma; el universo
late por él y en el latir perdura
y se retrata en él nítido y terso.
El bieldo es con que la mies se apura
y se separa de la paja el grano,
y nos da lo que queda, encarnadura
del Amor que es eterno y soberano.
La Creación que es toda poesía,
obra fué de palabra, no de mano;
se hizo la luz y en el eterno día
rompió a rodar la rueda del ensueño,
y Dios, mientras el inundo amanecía,
se recreaba en su obra como dueño
ya de sí mismo al serlo de su mundo,
como lo es todo artista de su empeño.
Es el mío sumir en lo profundo
cofre de amor y muerte que hice a escoplo
pongo en verso que quiere ser rotundo
letra de usted; espíritu, que es soplo,
música que recrea corazones,
si es que en mis coplas con mi letra acoplo
es merced a Teresa; las lecciones
de su voz arrolladas al enjullo
de mi memoria fiel, guardo sus dones
como una flor guardada en el capullo.
Más que música es, más que el oleaje
de la voz sacudida; es el arrullo
no de su pecho, sino del plumaje
que sus alas angélicas reviste,
es la sonora luz de su lenguaje.
Cada vez que me digo: «Me dijiste...
me suena dentro el misterioso co i o
de las estrellas que al Amor asiste,
y oigo a la vez de la campana de oro
de la puesta del Sol la campanada,
y entonces es cuando al Señor adoro
por haberme sacado de la nada
y entonces es cuando al Señor imito
y busco con palabra encadenada,
encerrar en mi verso el infinito;
y entonces es cuando aquietado, el pecho
convierto en luz d fuego de aquel grito
que pide no morir mientras deshecho
mi corazón por huracán de llanto
tras la muerte me lleva que en acecho
me está esperando.
 
Acabará el quebranto
del respiro mortal; mucho más leve
me será de su tierra el campo santo,
He de morirme... no! morirte, en breve,
antes acaso que a embozarse vuelva
la sierra en el sudario de la nieve.
Mientras mi pecho raso se disuelva
he de alentar, cantando mis amores,
como pájaro batido que en la selva
se entierra en el mantillo que fué flores.
 
Al margen de la humana tontería
y libre de sus graves profesores,
recorreré la dolorosa vía
de mi destino terrenal; oscuro.
Triste será; más triste me sería
sestear a la sombra de aquel muro
que a los tontos protege del misterio
que con ansias mortales yo procuro
atisbar en el pebre cementerio
en que ella sola y solitaria espera.
 
Lo que Jos tontos esos llaman serio,
—y sería terrible si lo fuera—
es lo que al hombre eterno no te importa,
es a la postre la cosa más huera,
es lo que al ángel tes alas recorta,
y el ángel, recortadas, ya no canta.
El canto es largo, mas la vida es corta
y hay que arar en la mar que se levanta
con sus olas al cielo, y con mi lira
surco la mar, donde brotó la planta
de este amor infeliz, puesta te mira
en la estrella, nacida de la noche
y que a la luz del alba luego expira.
 
No me haga, pues, por Dios, ningún reproche
por cote uncir con él sentir pensares;
es la rima en mi verso firme broche
que une juicio y pasión y los pesares
seríanme insufrible sacrificio
si no los acojiera así en los lares
de mi Razón, huyendo el maleficio
de un dolor no encumbrado a pensamiento.
Pasión que no se purga en el servicio
del ideal, es como loco viento
que ni canta ni empuja vela alguna;
es viento loco el puro sentimiento.
Y ya que Dios nos niega la fortuna,
de ser mía Teresa y yo su hombre,
su tumba séanos bendita cuna
de la inmortalidad, ¿qué importa el nombre?
si no los acojiera así en los lares
de mi Razón, huyendo el maleficio
de un dolor no encumbrado a pensamiento.
Pasión que no se purga en el servicio
del ideal, es como loco viento
que ni canta ni empuja vela alguna;
es viento loco el puro sentimiento.
Y ya que Dios nos niega la fortuna,
de ser mía Teresa y yo su hombre,
su tumba séanos bendita cuna.
de la inmortalidad, ¿qué importa el nombre?
 
Y en esta, carta de tono tan vario
no creo, don Miguel, que a usted le asombre
su artificio dantesco y trinitario.
Gusto la tradición cuando consigo
guardarme en ella como en viejo armario,
que ya de otras pasiones fué testigo.
Y aquí concluyo esta intrincada carta;
corta será tal vez para el amigo,
ha de ser para el crítico bien harta.
 

Fin de las rimas

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