Amor, amor, amor, amor, Teresa,
luz de mi vida,
nace el afea en tu tierra de la huesa,
cuna perdida.
Es un alba sin sol, eterna aurora
que siempre avanza,
se amontonan los siglos ante la hora
de la esperanza.
Vertía triste el viento su lamento
sobre tu vaso,
lamento que llevaba triste el viento
sobre el ocaso.
En la rosada puesta del oeste
lento sonaba
toque fundido en el azul celeste
como de aldaba.
Le cerró al cien el ojo en un abrazo
la campa en lloro
recojiendo piadosa en su regazo
lágrimas de oro.
Tu voz iba en el aire difundida,
pues era tu hora,
más que música luz, ktz derretida
y luz sonora.
Era el eco divino del gorjeo
que te fué encanto,
fomníba a .muerte en. mí el terco deseo
del campo santo.
El alba y el ocaso se fundían
sobre tu cuna,
y fundidos en uno me traían
nuestra fortuna.