Si el veneno que tomo me quitará la vida,
lo tomaría a diario, decidido sin pensarlo
así sería una vez más otra victoria mía
a que otros digan: yo he podido matarlo.
Acabar con la triste y presa trayectoria
cual destino hizo presa al alma mía,
librarme de la ruda cazadora expiatoria
la flecha destructora de la melancolía.
Poniéndole un fin, a todos mis sueños,
que el destino rudo pudo quebrantar,
y si soñé no fueron más que desvelos
para aquel que ahora lo quiere dejar.
Aquel buen poeta, que encontró la gloria,
que quiso al pobre y quiso amar tanto,
pero la vida quiso hacer de él una escoria
para tomar el camino del camposanto.