Miguel Peñafiel

MIS PENSAMIENTOS NO SON VÍCTIMA DEL MUNDO QUE VEO

Mis pensamientos no son víctima del mundo que veo

He sido víctima de un mundo que puede quedar realmente desecho si permito que así siga sucediendo. Cómo puedo saber quién soy y conocerme a mí mismo cuando creo estar sometido a continuos ataques. El dolor, la enfermedad, la perdida, la vejez y la muerte que parecen acercharme. La puerta de la prisión de lo no existente están abiertas solo con desearlo, se que puedo marcharme y hacerme a fuera de su lugar en cualquier momento si me decido atravesar su puerta. Todas mis esperanzas, mis aspiraciones y planes parecen estar controlada por un mundo que en vista de los ojos no se puede controlar, sin embargo he decidido despojarme de todo lo que veo para la seguridad plena que forma parte de mi herencia. Ya nada me retiene aquí, solo mi deseo de permanecer en este mundo me mantiene prisionero. Mis pensamientos reales me enseñaran lo que es mi herencia por encima de todo lo que quiero ver. El mundo que veo me ha dado testimonio de cuán temerosa es la naturaleza que he forjado en mí mismo y garantiza su continuidad si lo permito. Mientras siga viendo el mundo tal como lo veo ahora, la verdad no podrá alborear en mi conciencia, y la verdad yo mismo elegí crear la prisión en la que creo encontrarme. Hoy quiero renunciar a mis desquiciados deseos y caminar por fin hacia la luz del sol, para estar más cerca de mi padre, y basta con que lo reconozca para quedar libre. Ahora me doy cuenta que el hijo de Dios está donde tiene que estar y no donde yo quise manterlo prisionero, porque el hijo de Dios es eternamente libre hecho a su voluntad y no lo que yo he querido hacer de él. Mi mente es parte de la creación de Dios y soy santo a medida que comparto la paz del mundo con mis hermanos y empiezo a comprender que esa paz brota de lo más profundo de mí mismo. Y percibo así mismo que la paz mora también en los corazones de todos los que comparten este lugar conmigo. Una vez que haya aceptado mi santidad es reconocer mi salvación, nada podrá atemorizarme y al no tener miedo todos comprenderán mi entendimiento de haber despertado y comprender que es la paz y no la guerra que mora en vosotros. El mundo que contemplo ha quedado iluminado con la luz de mi perdón y nuevamente refleja dicho perdón de nuevo sobre mí. En esta luz empiezo a ver lo que mis ilusiones acerca de mí mismo ocultaban. Empiezo a ver con claridad y a comprender la santidad de toda cosa viviente, incluyéndome a mí mismo, y su propósito conmigo. Ahora puedo decir soy libre en la Mente de Dios, quien no me ha permitido abandonar mis pensamientos. Y yo, que me encuentro entre ellos, soy uno con ellos y uno con Él.

Reserva derecho de autor.

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