Miguel Peñafiel

DESDE QUE TE CONOCÍ

Desde que te conocí

Desde que te conocí en aquella ocasión, entrando por aquellas puertas del liceo naval, supe que una fuerza mayor había invadido a mis instintos, y que la vida dolorosa como la veían mis ojos: ¡me sería más amada!. ¿Me pregunté de donde había salido tal hermosura? ¿Acaso es la hija de un antiguo margrave? Mis respuesta no me eran respondidas, hasta tal punto de llegar bien a conocerte. Misterio que sólo tú podías revelar con la maravillosa pasión de tus besos, y con la brillante tentación de tus miradas: ¡joyas de perlas!, que solo anhelaba mi corazón tenerlas a cualquier precio, así sea el precio más alto que me pusiera la vida. Me invadía la dulzura de codiciar ese fruto parecido al de los dioses, esa dulce fruta divina que me acaricia por dentro mi alma enamorada, y que iba despertando en mi esas bellas sensaciones. Cuando respondiste por primera vez a mis miradas que te amaban; sentí esa locura extraña  de que ya eras mía, aunque solamente habíamos cruzado unas cuantas palabras, pero la escena era evidente de que ambos ya nos deseábamos. Sentía como si formara parte de ti, y aunque hayan pasados los días y meses enteros; siento la misma sensación de amor de aquella primera vez, es como si una fragancia irresistible e imposible de borrar su aroma hubiera quedado penetrado dentro de mi ser. Y aunque de ti yo siento que algo me ocultas, quizás algo sin sentido o algo comprometedor, ¿algún día me lo dirás: o tal vez no?, prefieres que sea yo quien lo descubra, deseando despertar más en mi la curiosidad de seguirte conociendo y experimentado tal dichoso amor.

Reserva derecho de autor.
Dedicado a mi amada Shirley Rodriguez.

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