Miguel Peñafiel

CORAZÓN ASESINO

Corazón asesino

YA NO PUDE MÁS con la traición de esa mujer, no puedo más con este dolor, la causa y el motivo. Me llene de odio hacia ella, que mi corazón latía con tanta violencia y sin ningún olvido. Pues aquel latido se reproducía con tanta fuerza a cada minuto, en medio de la noche escuchaba voces sin sentido, al permanecer en silencio unas voces que me decían; mata a esa mujer traidora, que por su amor te tiene mal herido. Un silencio gobernaba en mi poseída casa, un ruido extraño que oía provenir de mi cabeza alimentando mi amargura con su egó infinito, me produjo una decisión terrible, matar a la mujer que amo a la mujer de mis sueños, por una simple razón de celos que me tenían intranquilo. Entonces la cite para verla en mi casa, le dije; quiero verte amor mío, mi rostro mostraba una escena terrorífica de un asesino en serie, mientras que ella acudió de inmediato al sitio. Al llegar la miré a sus ojos contemplando sus lindas estrellas, como despidiéndome de ella salían los últimos suspiros, en un instante la bese siendo para mi el último beso, que le pude dar en sus labios cálidos y divinos. Y de pronto pase del amor a mi lado más oscuro, y la arroje al suelo mientras que de mi puño el arma mortal apuntando, mientras sus ojos en desesperación y de terror, ella me lloraba suplicando. No tengo otro amor me decía, tu eres solamente el único hombre al que he amado, mis pensamientos no quisieron escucharla estaban llenos de celos, y directo al corazón le propuse un tiro. ¡Y al cerrar sus ojos me reí con una sonrisa diabólica, luego de reaccionar dije; “Oh Dios mío”!. Lloré entre su cadáver lágrimas de sangre, fue un dolor profundo que me cause yo mismo, le puse la mano en el corazón para sentir su palpitar y sentí como dejo suspirar sus tiernos latidos. Mi amada había dejado de existir, entonces supe que ya no me atormentaría más, ¡quizás sólo el cargo de conciencia y de imaginarme que ya no la vería jamás!. Enseguida busque un sitio para poderla enterrar, estaba claro que no quería dejar la evidencia, pues tenía miedo de lo que había hecho y solamente quería olvidarme de ella. Se dirán que estoy loco, entonces no saben cuánto, déjenme decirle que hice con ella, la enterré nada menos que en el patio de mi casa, para tenerla muy cerca. Después de haberme desechado de su cadáver, me dirigí hacía mi sala y solo me quería embriagar, tenía entre mis manos la botella de whisky y mi mente sólo decía; la tienes que olvidar. Entonces escuche un ruido que provenía de mi ventana, era una voz murmurando como del más allá, me atormentaba las horas que yo contemplaba, mientras pensando sentado por quererla olvidar. Entonces tocaron la puerta de mi casa, asustado sólo ¡era la policía que estaba de ronda!... nada más. Les abrí la puerta y le dije a que se debe su visita, ¡y ellos insistieron querer pasar!. Sin mostrar el mínimo miedo los deje pasar a mi sala, y con una voz calmada dirigiéndome hacía ellos les dije; oficial les puedo ayudar, ellos me preguntaron si todo estaba en orden, puesto que los vecinos habían escuchado un grito de una mujer y un ruido como de disparo que salía de su casa, eso no es normal. Exclame por supuesto, todo esta en orden oficial, aunque quise ponerme un poco nervioso, ellos en mi no lo pudieron notar. Les dije perdona mis modales, les ofrezco algo de tomar, oficial de verdad no tengo nada que ocultar en mi casa, si piensan que le estoy mintiendo con gusto pueden revisar. Mientras requisaban las habitaciones y cada rincón mínimo sin dejar pasar los detalles, un sudor de mis mejillas se hizo brotar, me preguntaron si yo estaba nervioso, y yo respondiendo les dije: ¡es la calor nada más!. Me comenzó a doler la cabeza; me parecía que mis oídos iban a estallar, entonces nuevamente escuche una voz que me decía; juraste tu amarme hasta la muerte y ahora con tu alma me tienes que pagar. Pero los oficiales continuaban revisando, y uno de ellos observo mis gestos que se hacían notar, me dijo: señor usted está muy raro, y yo le dije al oficial; ¡es un dolor de cabeza, nada más!. convencido de que no encontraron nada y por mis modales se decidieron marchar del lugar. Nuevamente esas voces en mi cabeza, persistiendo con mayor fuerza, me atormentaban sin parar... les grite a los oficiales que se esperen, la culpa y el cargo de conciencia acosaba mi mente y no me dejaba en paz. Entonces dije ya basta, lo confieso, oficiales confieso mi crimen, fue por esa mujer que mi corazón se envenenó de locura, y fui yo quien la mató, por celos, por mis dudas, por mi locura de amarla, la desterré de mi alma y de mi corazón, fue entonces que descubrí mi error, de saber con tristeza y a ciencia, lo que es perder un amor. Entonces después de haber confesado mi crimen, me vi obligado a sacar el arma con la que la había matado, y sin pesarlo dos veces tome mi vida entre mis manos jalando del gatillo hacia mi cerebro derramando toda esa sangre que ya estaba contaminada. Y una vez más los muebles salpicados de carnesi y de sudor donde yacía mi cuerpo tendido suspirando mis últimos alientos. A menudo parecía escuchar el sonido de la oscuridad atravesando el horizonte corriendo hacia mi, como un jinete en su corcel. Pero ahí me encontraba yo, abrumado por la herida dolorosa, que cuando por fin cerré los ojos sentí una gran aliviacion sintiéndome más calmado, pero de pronto se vio suplantado de nuevo por ese pensamiento melancólico que me ha estado siguiendo como un pájaro negro, toda la vida.

(2015)

Reserva derecho de autor.

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