Mercedes de Velilla

Los reyes magos

Llegad, Reyes del Oriente;
la estrella que os va guiando
ya de Belén en la gruta
fija sus destellos claros;
y cuando llenos de gozo
adoréis al niño santo,
seguid por nuevos caminos,
cruzad ligeros los campos,
y atravesad las ciudades
donde os están esperando
los pequeñuelos: dormidos,
con la sonrisa en los labios,
parece que están diciendo:
¿qué traerán los Reyes Magos?
 
Los adurmió la esperanza,
y en el sueño, dulce y grato,
ven agrandarse, agrandarse,
las figurillas de barro
que estaban quietas y fijas
del Nacimiento en lo alto;
y por las calles obscuras
pasáis en bullicio extraño,
en ricos mantos envueltos,
sobre los caballos blancos
y en los cestos primorosos,
que en las ventanas colgaron,
dejáis los lindos juguetes
y confites delicados,
y al toque de las trompetas,
y al trote de los caballos,
cual fantasmas de la noche
vais pasando, vais pasando.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Ya pasasteis, ya pasasteis;
¡también los tiempos pasaron!
En las sendas de la vida
atrás os fuimos dejando,
y a otros reyes ofrecimos
el corazón por esclavo:
al oro, que es rey del mundo;
al amor, que es rey tirano;
al éxito, que envanece
con su pasajero aplauso;
y cuando en alas del tiempo
también se van alejando
y en el borde del camino
tristes y solos quedamos,
¡ah! cómo entonces volvemos
los ojos a lo pasado,
buscando vuestros contornos
en el imborrable cuadro
de aquella edad venturosa
que os esperaba soñando.
 
Porque fuisteis la inocencia
de nuestros primeros años;
porque fuisteis la caricia
de aquella bendita man
que os colocó, cuidadosa,
del Nacimiento en lo alto,
y en el cestillo de mimbres
colocó vuestro agasajo.
¡Ah! si venís todavía
como en los tiempos lejanos,
para ser de los pequeños
el regocijo y encanto,
dejad también a los grandes
de vuestros presentes algo;
dejad también a los tristes,
para el corazón, un bálsamo,
algún consuelo en el alma
y una oración en los labios;
y al dormirnos, dulces sueños
de la infancia recordando,
tal vez una blanca sombra
nos tienda amorosos brazos,
diciéndonos, como entonces:
¡ya vienen los Reyes Magos!
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