Tú quieres que no sea,
pero cómo...?
Tú podrás acaso devolverme
a mis noches azules
y a mi anhelo,
y a aquel amanecer de mis sentidos
brotando hacia tu luz
del cautiverio.
Tú podrías acaso devolverme
el asombro
cuajado de rocío
de mis ojos mirándose en tu cielo,
la primera canción con que vibraron
las voces más ocultas de mi cuerpo,
y el llanto que lloré sobre mi gozo,
y la sonrisa que premió mi miedo.
O pretendes tal vez
que te devuelva
la chispa que encendiste con tu aliento,
y tu ruego,
y el grito de placer de tu conquista,
la promesa mojada de tus besos
y el escondido nido en que durmieron
tus ensueños de amor
sobre mi pecho.
Tú pretendes
que vuelvan a tus vides
las burbujas que en vinos derramaste,
y que vuelva la miel
a mis panales,
y a mis sienes las blancas azucenas
que adornaron tus rojos estandartes.
Tú quieres que no sea,
pero cómo...?
Cuando cavan tus aguas
por mi cauce,
y hacen sombra de luz sobre mi suelo
las bermejas corolas
que sembraste.
No me pidas, ni exijas, ni me mandes.
Ya no arrulla en tu almohada mi blancura,
y la elástica carne que tú amaste
es apenas
un copo de ternura.
Tú quieres que no sea,
que deshaga
esta mezcla de soles y de estrellas
y que vuelque mi plétora en la nada.
Y en tanto tú reniegas de tu rama,
se dibujan
tu boca y tus pupilas
en la arcilla caliente de mi entraña.
No me pidas, ni exijas, ni me mandes,
tú quieres que no sea,
pero es tarde.