Martin Isaac Silva Espinoza

Carta 1

Memorias Jóvenes

El ayer parece tan distante, me sumerge en un horizonte cargado de recuerdos jóvenes, viendo en cámara lenta esos momentos de sublime felicidad, pensando que el mañana no vendría por mí y que la juventud eterna en mí sería. Es triste darse cuenta de que el amor del ayer, el buen amigo del colegio, la profesora regañona (que ahora entiendo que lo hacía porque me quería, bueno, nos quería a todos por igual) se han ido. Es interesante ver ese pasado de un “Yo” más joven, ver en retrospectiva todos los errores y vivencias del ayer.
Ahora todos esos problemas del pasado parecen tan insignificantes. Esto me lleva a imaginar qué le diría mi “Yo” de ahora al “Yo” de 15 años.

Veo a través de las ventanas y digo “las ventanas” porque todas me hacen ver un recuerdo vivido de las tardes en mi país, las tardes de regreso de clase, esas tardes lluviosas que nos invitaban a jugar, o qué tal de esas tardes calurosas donde nos juntábamos todos los de la cuadra a jugar fútbol con el pretexto de que el ganador obtendría una soda muy helada, jejeje, ¡qué tiempos aquellos! Cuando compraba mis CD con mi amigo Ruddy “El Ogro” o qué tal cuando quería tener una plática sarcástica, ofensiva pero llena de cariño, ahí estaba siempre “Silvito Maestro Yoda”.
Cómo olvidar a mi protector amigo y casi la figura de hermano mayor que siempre deseé, el que me enseñó a manejar mi primera moto, me llevó a mi primera fiesta y siempre me cuidó en el barrio. Mi cariño especial para César “El viejito”, él era el mayor de todos. En este escrito no pueden faltar esas personas que aportaron grandes cosas como mis gustos musicales, se lo tengo que agradecer a mi querido amigo Álvaro “Elena de Troya”.
No puedo olvidar al que me habló de sexo por primera vez, Omar “El Conejo”, y cada una de sus respectivas familias formaron grandes recuerdos que llenan mis ojos de lágrimas añorando un pasado que nunca volverá, que duele pero hace feliz a la vez. Creo que el paraíso al morir se trata de quedarte atrapado en esos recuerdos de los momentos más felices que tuviste en tu vida y que un pedacito de todas esas personas que forjaron esos recuerdos estará ahí para seguir a tu lado por siempre.

No puedo cerrar esta carta de memorias sin mencionar a muchas personas que dieron y aportaron buenas cosas, enseñanzas y vivencias a mi vida. Y lo haré de una manera rápida ya que esta carta no tendría fin si menciono todo lo grato y bello que viví en el bello “Barrio San Cristóbal” de Managua y a todos mis vecinos. Con todo cariño que se merece, estas palabras están escritas por “El Hijo de La Chavelera.”

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