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Odio el mar, sólo hermoso cuando g… Del barco domador bajo la hendente Quilla, y como fantástico demonio De un manto negro colosal tapado, Encórvase a los vientos de la noch…
Una cita a la sombra de tu oscuro Portal donde el friecillo nos conv… A apretarnos los dos, de tan estre… Modo, que un solo cuerpo los dos s… Deja que el aire zumbador resbale,
Vedle! En la seca garganta Apagada está la nota: El brazo ya no levanta La copa de oro, que rota Por la mística muerte,
Sé de un pintor atrevido Que sale a pintar contento Sobre la tela del viento Y la espuma del olvido. Yo sé de un pintor gigante,
Sólo el afán de un náufrago podría… Lejos el cielo y hondo el mar; A un alma sin amor, que en el tumu… De rostro en rostro, por su tarda… En vano inquiere, y lívida jadea:
En la cuna sin par nació la airosa Niña de honda mirada y paso leve, Que el padre le tejió de milagrosa Música azul y clavellín de nieve. Del sol voraz y de la cumbre andin…
Yo tengo un amigo muerto Que suele venirme a ver: Mi amigo se sienta, y canta; Canta en voz que ha de doler. “En un ave de dos alas
Quieren, ¡oh mi dolor!, que a tu h… De su ornamento natural despoje, Que el árbol pode, que la flor des… Que haga al manto viril broche y c… Quieren que el verso arrebatado en…
En la vida desterrada No hay puerto, seno ni abrigo Como el hallar un amigo En la sed de la jornada. Pero el consuelo es mayor
Contra el verso retórico y ornado El verso natural. Acá un torrente… Aquí una piedra seca. Allá un dor… Pájaro, que en las ramas verdes br… Como una marañuela entre esmeralda…
Cuentan un cuento de cuatro hindús ciegos, de allí del Indostán de Asia, que eran ciegos desde el nacer, y querían saber cómo era un elefante. «Vamos, dijo uno, adonde el elefante manso...
Cruje La tierra, rueda hecha peda… La ciudad, urge el miedo a la conc… Siervo y señor confúndense en abra… Bosques las calles son, bosques de… Que piden al Señor misericordia.
Yo visitaré anhelante Los rincones donde a solas Estuvimos yo y mi amante Retozando con las olas. Solos los dos estuvimos,
Hace dos mil quinientos años era ya famoso en Grecia el poema de la Ilíada. Unos dicen que lo compuso Homero, el poeta ciego de la barba de rizos, que andaba de pueblo en pueblo cantand...
El enemigo brutal Nos pone fuego a la casa: El sable la calle arrasa, A la luna tropical. Pocos salieron ilesos