Mario Benedetti

No ha lugar

Hace tiempo fuimos sancionados de veras
   y alguien nos colocó junto al río desplegado
hizo pozos en la cóncava arena materna
   para que sintiéramos la obligación de instalarnos
creó un oleaje que de acuerdo a lo previsto
   desorientó las esperanzas y los muelles
y en cada crepúsculo propenso a la angustia
   nos despeinó con una tierna brisa
 
tal vez por esa razón cuando suenan
   las rituales consignas del verano
nos insertamos sin fe y también sin violencia
   en esta tradición poco menos que inmóvil
como si las noticias acerca de suicidios
   y motines y estupros y explosiones
llegaran de una memoria no sólo derruida
   sino además científicamente inexacta
 
durante esa vacación o letargo
   de quince semanas y un miércoles anexo
vemos rocas y nostalgias y pájaros
   a través de los mismos anteojos ahumados
y el higiénico ocio yacente
   respirando con apática perseverancia
nos otorga por fin un inmune pellejo
   de matizadas y saludables escamas
 
mientras tanto en alguna paciente llanura
   se amontonan agüeros y simples profecías
vaya uno a saber dónde tiene el futuro
   su aleatoria y portátil confianza
su depósito con furgones de pánico
   su espléndido acopio de torturas
sus disciplinadas agujas que enhebran
   modestos hilos de sangre caliente
 
no nos importa que el lejano dolor
   esté pagando su carísimo peaje
en rigor no nos importa ni tampoco nos alude
   nada de lo que ocurre a espaldas nuestras
estamos aquí para admirar los transatlánticos
   que desandan el alegre horizonte
por lo menos estaremos mientras duren
   el celaje y el sopor estivales
 
sólo ahora comprendemos el error sin disculpa
   de no haber impedido que algo o que alguien
tomara la decisión de colocarnos
   irreversiblemente junto al río
y creara y fomentara con tan laxo talante
   desatendidos y brevísimos veranos
insuficientes para despreocuparnos
   como los viejos moluscos que somos
 
la verdad es que la publicitada primavera
   siempre nos pareció demasiado ventosa
no estamos ni remotamente preparados
   para el otoño y su catástrofe de hojas
y por supuesto odiamos un invierno que carece
   hasta de una nieve inobjetablemente estética
es por todo lo expuesto que exigimos
   la inmediata ampliación del verano.
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