Pensando las quinientas unidades
que el número quinientos componían,
que si quinientas eran
al uno y nada más se lo debían;
en sociedad se unieron, y los miembros,
sin vacilar ni protestar alguno,
levantaron un templo y en sus aras
pusieron como dios al número uno.
Mientras que unidos todos le adoraron
a nadie aquello le causó extrañeza;
pero cierta ocasión en que uno de ellos
llegó solo del templo a los umbrales,
a pesar de la fe y el fanatismo,
se halló con que él y Dios eran lo mismo,
puesto que el uno y él eran iguales.
Después de recorrer estos renglones
que tantas reflexiones nos ofrecen,
deduzco entre otras muchas conclusiones,
que en materia de dios y religiones
los quinientos y el mundo se parecen.