¿Quién diría que el fuego, después de todo, también tiene miedo de incendiarse?, fue lo que pensó cuando la conoció, y sobre todo lo sintió así, en especial cuando su cuerpo estaba a punto de quemarse.
Quizá la manera en que conocemos personas suele ser una rutina: se ven, se miran, se dicen hola, comparten gustos, se agradan, quizá no; y luego de eso, se extrañan, se piensan, y por último simplemente se vuelven conocidos con miles de historias en común, las cuales ya no le pertenecen a nadie.
Cinco, cuatro, tres, dos, uno y sus ojos se cierran, la llama arde con más fuerza y por primera y única vez ve cómo una llama puede incendiarse y no consumirse.