Luisa Pérez de Zambrana

La noche en los sepulcros

Al Sr. Enrique José Varona

Ceñida de azucenas tembladoras
y vestida de perlas y rocío,
se sienta ya la entristecida tarde
de la noche en el pórtico sombrío.
 
Del arco de cristal del firmamento,
pende sola, una estrella vacilante,
y sobre el pino que en la cumbre vela,
tiembla, como una gota de diamante.
 
Sobre el borde del líquido horizonte,
la tersa luna, en el confín lejano,
asemeja una garza luminosa
parada en la ribera del océano.
 
Y luego sube soñadora y triste,
por el éter que oscuro se dilata
y a través del encaje de las nubes,
llueve reflejos de celeste plata.
 
Sus divinos sollozos, en la sombra,
el ave triste de la noche vierte,
y pasan los celajes figurando
góndolas silenciosas de la muerte.
 
En tanto yo, al santuario de las tumbas
inclinada la frente pesarosa,
dirijo el paso, y en el musgo oscuro
mi sombra se proyecta silenciosa.
 
Ya, sobre el arco del umbral sombrío
apoyo la cabeza adolorida,
y en las orillas de este mar, contemplo
el lúgubre naufragio de la vida.
 
¡Oh noche! en estas líneas de sepulcros,
¡qué tristes son tus enlutadas huellas!
¡qué melancólicas, tu mar de sombra
surcan, veladas de oro, las estrellas!
 
¡Y qué solemne se recoge ¡oh tumbas!
el pensamiento tétrico en sí mismo,
que aquí la vida silenciosa cae
sin despertar un eco en el abismo!
 
¡Arcángel misterioso de la muerte,
que suspendido en los espacios, vagas!
¿con qué poder el sentimiento hielas?
¿con qué poder el pensamiento apagas?
 
¡Sol del mundo ideal! ¡Talento augusto
a quien la ciencia su horizonte entreabre,
¿qué son las luces de tu mente excelsa
ante esta puerta que jamás se abre?
 
¿En la helada diadema de la muerte
va la inmortalidad, con mudo vuelo?
¿está la claridad, en el abismo?
¿se ve, en su fondo misterioso, el cielo?
 
Aquí los pensamientos se engrandecen,
como la sombra que se extiende incierta;
¿la mano que nos duerme pavorosa,
es la mano de luz que nos despierta?
 
¿Eres, vago y lejano Paraíso,
la visión temblorosa del ensueño?
¿o está sentada la Verdad divina
en el fondo sublime de tu sueño?
 
¡Nubes de seda que llorando aljófar
como sudarios vais por las alturas!
¡Luna, que en urna de cristal paseas
del firmamento azul por las llanuras!
 
¡Ave, que sobre el fúnebre obelisco,
insomne lloras con doliente calma!
¡oídme! en este valle de la muerte,
un inmenso recuerdo tiene mi alma!
 
¡Ay! que sobre esta losa, mis pupilas,
como lloran las nubes, han llorado,
y en pie, bajo este sauce gemebundo,
como velan los astros, he velado.
 
¡Oh Luna! haz que se eleve antes mis ojos,
sólo una vez, la losa que lo encierra,
y haz, que temblando de dolor, lo mire
dormido en su sarcófago de tierra.
 
Y, al oscilar de las estrellas tristes,
por su llanto de plata humedecida,
sobre el manto de adelfas de su tumba,
que me encuentren inmóvil y sin vida.

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