Escucho Crimen de Ceratti, tendido en mi cama siento mi espacio tenue y vacío a causa de los recuerdos. Luego de tanto pensar me siento y observo que no logro ni me esfuerzo por conectar con alguien, tengo que aceptar que la pereza, ese pecado capital tan castigado en las sagradas escrituras ha llegado a mi corazón, ha invadido los castillos de mi alma y al parecer ha montado base a las afueras para permanecer triunfante por un largo tiempo. No, me digo que todo a de ser por una buena razón, quizás para retomar el camino a casa, para volver al interior de mi ser, descubrir en medio de los fortines de pensamientos y creencias, aquel hombre que le encanta amar y desvivirse por sentir la vida de formas abstractas, por vibrar de pasión en medio de un mundo tan perdido en el frío, el ego, la indiferencia y escalar los niveles de autoconocimiento y conciencia. Ahora comprendo a mis personajes favoritos, a Berlín de la casa de papel por su malevola forma de vivir, huir del amor y buscar belleza en el arte, de Thomas Shelby por no confiar en nadie más allá de sus instintos y vender su alma a los negocios y el deber, o de Gustavo por escribir poemas a sus (des)amores de ayer. Así es, el amor muere, (o quizás se transforma) y si no logro olvidar, otro crimen al final se queda sin resolver.