Retazos de neón
El astuto tuerto y el cuervo.
En un entorno sentimental hecho de cartón, cualquier fractura te rompía el corazón.
Andabas detrás de un animal experto en escapar, experto en cazar sólo cuando el hambre lo fuera a buscar.
En la ciudad del neón, donde todos conviven, todos son “libres”.
Recluidos en cubículos de mensajes, unos privados, otros para espectaculo, donde la voz es visible y nuestra imagen legible; fuiste a dar con el producto de neón.
Un holograma, una imagen perfecta que recitaba los deseos de tu pureza; un emblema que carcomía la realidad espesa.
Casi como a un perro, casi como una orden
Fue aprendiendo designios, fue comprendiendo valores.
Para la luz era neón; brillante y atrayente, vacía y carente.
Como mensaje de mercancía, leíste un arreglo, como un mantra me dediqué a ello.
Pero perfecto no significa adecuado, los rasgos no sirven si no van acompañados deL ente mencionado.
Y, como uno en un millón, al final también me fundí en el montón.
Un uso, un producto; sólo retazos de neón.
