Two People. The Lonely Ones, by Edvard Munch
Leonela

Océano

Dilo de nuevo.

Me llamaste océano
Dijiste que era tan grande,
casi imposible de percibir.

Me llamaste océano
Dijiste que sentía tan profundo como el mar y que mi sentir llenaba eso que no sabías que te podía agradar.

Dijiste también que lo único pequeño en mí, eran mis dientes, en fin. No sé de donde sacas tantas cosas.

Me llamaste océano
Dijiste que era tan grande, casi imposible de conocer a simple vista, vía curiosa, calle desconocida, noche desierta, día nublado, sol en mi mirada y dulce voz de ensueño.

Me llamaste océano
Dijiste que era imparable cuando hablaba de las cosas que me apasionaban y que escucharme te resultaba más interesante que los libros de poesía.

—Acércate de a poco—

Me llamaste océano
y no sé si lo dijiste porque le tenés tanto miedo o porque te sientes valiente para probar estas aguas llenas de olas que vienen con fuerza y se van con la misma,
que traen calma y traen paz y cuando se devuelven no dejan vacío, de hecho dijiste: lo dejas todo en su orden y ya no vuelves al mismo sitio. Que diriges tus olas hacia aquello que te hace sentir viva y no le temes al desorden que puedes causar, pero sí a lo que en ocasiones traes con ellas.

Todo eso me dijiste con tu mirada antes de salir por esa puerta,
me llamaste océano y que era tuya, y
lo soy pero,
¿De quien eres cuando no estás pensando en mi?.

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