Tímida, la palabra
de tus labios caía,
y en mi pálida frente
dolorosa y macabra,
toda melancolía
se regó, evanescente,
blanda, como un arrullo...
Oh tu voz adorable...
¡Voz única entre tantas!
(Bajo el influjo suyo
fue placer inefable
mi dolor...) —Hoy no encantas
este fúnebre yermo...
( No sé dónde se riega
—toda melancolía—
tu voz... ) —Y estoy enfermo
porque tu voz no llega
a bañar de alegría
mi sufrir... en mi vida
dolorosa y macabra,
tal vez hubieran sido
para curar la herida,
tu voz y tu palabra
que yo jamás olvido...!