Estos que levantó de mármol duro
sacros altares la ciudad famosa,
a quien del Ebro la corriente undosa
baña los campos y el soberbio muro,
serán asombro en el girar futuro
de los siglos: basílica dichosa
donde el Señor en majestad reposa,
y el culto admite reverente y puro.
Don que la fe dictó, y erige eterno
religiosa nación a la divina
Madre, que adora en simulacro santo.
Por él, vencido el odio del Averno,
gloria inmortal el cielo la destina,
que tan alta piedad merece tanto.