Leandro Fernández de Moratín

A don gaspar de jovellanos

Oda.

Id en las alas del raudo céfiro,
humildes versos, de las floridas
vegas que diáfano fecunda el Arlas,
adonde lento mi patrio río
ve los alcázares de Mantua excelsa.
Id, y al ilustre Jovino, tanto
de vos amigo, caro a las Musas,
para mí siempre numen benévolo,
id, rudos versos, y veneradle,
que nunca, o rápidas las horas vuelen,
o en larga ausencia viva remoto,
olvida méritos suyos Inarco.
No, que mil veces su nombre presta
voz a mi cítara, materia al verso,
y al numen tímido llama celeste.
Yo le celebro, y al son armónico
toda enmudece la selva umbría,
por donde el Tajo plácidas ondas
vierte, del árbol sacro a Minerva
la sien ceñida, flores y pámpanos.
Tal vez sus ninfas, girando en torno,
sonora espuma cándida rompen,
del cuello apartan las hebras húmidas,
y el pecho alzando de formas bellas,
conmigo al ínclito varón aplauden,
dando a los aires coros alegres
que el eco en grutas repite cóncavas.
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