Noble y altivo, generoso y bueno
Apareciste en tu nativa tierra,
Como sobre la nieve de alta sierra
De claro día el resplandor sereno.
Torpe ambición emponzoñó tu seno
Y, en el bridón siniestro de la guerra,
Trocaste el suelo que tu polvo encierra
En abismo de llanto, sangre y cieno.
Mas si hoy execra tu memoria el hombre,
No del futuro en la extensión remota
Tus manes han de ser escarnecidos;
Porque tuviste, paladín sin nombre,
En la hora cruel de la derrota,
El supremo valor de los vencidos.