Existe un personaje pintoresco.
—Al cual, en ocasiones me parezco.—
Es fantástico y sutil.
Es un gato loco, sonriente de principio a fin.
Imperturbable, lúgubre, denodado;
Mágico y casi infantil,
Que en la risa encuentra calma para el esplín.
¡Ah! Es un gato loco e incomprendido.
—De todos los personajes, a mí el más parecido.—
Si la situación anda mal, y todo está perdido.
Él y yo apartamos el tedio hacia un lado.
Gozamos plenamente de nuestro presente,
Ansiamos el futuro, recordamos el pasado.
Vivimos con nuestro corazón trastornado.
Paseándonos por la vida, como humo: evanescentes.
En el día o en la noche, siempre impávidos y sonrientes.
Sin importar las dificultades reluciendo nuestros dientes.
Irónicos, mórbidos, desdichados, irreverentes,
Intranquilos, realistas, melancólicos. ¡Muertos vivientes!
Y prosigo con el gato de Cheshire, sonriéndole a la vida.
Con pena, taciturnos, muriendo en agónica melancolía.
Esperando pacientes que la paz
Torne a nuestras almas algún día.
Deseando, desdichados, sonreír de alegría.
Anhelando que la nuestra, no sea más,
Una cruda, postiza, humeante, risa fingida.