Juana de Ibarbourou

Un día

Con qué ternura escucha mi oído los adioses
de aquel ayer fragante a niños y manzana.
Era como de mundos naciente la mañana,
en la noche cantaban las angélicas voces.
 
Todavía me llegan los cereales roces
ascendiendo del surco a la luz meridiana;
copa de ardiente sangre la amapola temprana;
relámpago curvado la luna de las hoces.
 
Ni la ciudad ambigua ni el filo de los días
harán de ese recuerdo veladas agonías.
El maíz y los pólenes, los higos ya maduros,
 
todos los años vienen a la sagrada cita.
A la mujer despierta vuelve la Salamita
y jóvenes chispean los minutos oscuros.
Preferido o celebrado por...
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