Juana de Ibarbourou

Salvaje

Bebo del agua limpia y clara del arroyo
y vago por los campos  teniendo por apoyo
un gajo de algarrobo liso, fuerte y pulido
que en sus ramas sostuvo la dulzura de un nido.
 
  Así paso los días, morena y descuidada,
sobre la suave alfombra de la grama aromada,
comiendo de la carne jugosa de las fresas
o en busca de fragantes racimos de frambuesas.
 
  Mi cuerpo está impregnado del aroma ardoroso
de los pastos maduros. Mi cabello asombroso
esparce, al destrenzarlo, olor a sol y a heno,
a salvia, a yerba buena  y a flores de centeno.
 
  ¡Soy libre, sana, alegre, juvenil y morena,
cual si fuera la diosa del trigo y de la avena!
            ¡Soy casta como Diana
y huelo a hierba clara nacida en la mañana!
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